El sistema inmune es la defensa natural del cuerpo, que ayuda combatir y eliminar sustancias malignas como bacterias, virus, células cancerígenas o tejidos extraños. Cuando envejecemos, la capacidad de nuestro sistema inmunitario disminuye considerablemente siendo más susceptibles a contraer infecciones.
Una de las razones por la que esto ocurre es que con la edad disminuye el número de precursores de los linfocitos B, células responsables de producir anticuerpos concretos que reconocen agentes patógenos y activan el sistema inmunitario frente a ellos.
Funcionamiento del sistema inmune según la edad
Al nacer, la inmunidad aún no se ha desarrollado por completo. El sistema inmunitario de un recién nacido está deprimido de forma natural, lo que hace que los bebés sean más susceptibles a contraer ciertas infecciones y enfermedades.
Los bebés poseen algunos anticuerpos originarios de la madre que atravesaron la placenta durante el embarazo. También se reciben de la leche materna y a través del calendario de vacunación.
En la infancia, las células del sistema inmunitario reconocen cada vez mejor los virus, partículas extrañas, microbios y microorganismos. También aprende a luchar contra las infecciones de manera más eficiente, sobre todo si se tiene un estilo de vida saludable, una buena alimentación y se mantiene una higiene adecuada. Además, a esta edad se pueden añadir a la dieta complementos alimenticios de vitaminas y minerales.
Durante la adolescencia, el cuerpo experimenta cambios constantes causados por las hormonas. El crecimiento acelerado de los huesos y de los tejidos implica que puedan necesitar más vitaminas y minerales para ayudarlos a tener un desarrollo saludable. Estos cambios afectan al sistema inmune y pueden hacer que los adolescentes corran más riesgo de padecer ciertas enfermedades autoinmunitarias.
En la edad adulta, las defensas naturales del cuerpo están completamente desarrolladas, pero el estrés y el estilo de vida pueden empezar a perjudicar el sistema inmune. Por eso, es importante crear buenos hábitos. Mantener una alimentación saludable, hacer ejercicio regularmente, tener un sueño de calidad y estar relajados son potenciadores naturales del sistema inmunitario.
En la vejez, es posible que tus defensas disminuyan y acabes teniendo un sistema inmunológico débil, que no funcione tan bien como antes. Aunque este es un proceso complejo, entre sus efectos clave está la reducción del número de células inmunitarias que produce el cuerpo, lo que implica que las heridas se curen más despacio, se reacciona más despacio ante las infecciones y se es más susceptible a sufrir enfermedades. Es entonces cuando un estilo de vida saludable se vuelve más importante que nunca.
Prevención del deterioro del sistema inmunitario
A pesar de que es un proceso propio del envejecimiento, existen una serie de hábitos saludables que ayudan a frenar el deterioro del sistema inmunitario e incluso reforzarlo. Por ejemplo, el dejar de fumar, realizar ejercicio con frecuencia, tener una alimentación saludable y evitar el consumo de alcohol.
Además, vacunarse contra la gripe y la neumonía, puede evitar que se desarrollen este tipo de procesos infecciosos, que generalmente producen una mayor gravedad en las personas mayores. También es importante evitar caídas y lesiones, ya que la debilidad del sistema inmunitario hará que la recuperación de las mismas se prolongue más de lo habitual.